La semana pasada volví de Cracovia después de cuatro días en los que no faltaron todo tipo de anécdotas y risas. En el post anterior he colgado algunas fotos de la ciudad. Pero en esta ocasión os voy a relatar mi visita a Auschwitz
Tras una larga noche de fiesta al más puro estilo polaco-español, con la consecuente pérdida del autobús y el guía que nos llevaba hasta allí, nos buscamos la vida para conseguir llegar. Después de un par de horas metidas en una especie de bus-furgo que parecía sacado de la posguerra llegamos al famoso campo de concentración. Todo lo que os digan es poco…
Para meteros en situación he de deciros, que Auswichz se divide en dos partes, Auswichtz I(el que Auschwitz todos conocemos), y por otro lado Auschwitz II, conocido como Birkenau. Ambos complejos son museos, siendo de pago el segundo, en los que se puede entrar en la mayor parte de los barracones, y para ir de uno a otro hay que coger un autobús; y teniendo en cuenta como es el transporte polaco, sólo visité el primero, pero vamos, que ya tuve suficiente…
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Desde que ves la entrada con el conocido mensaje "Arbeit match frei", “El trabajo os hará libres”, ya se hace el corazón un puño. Decir que impone es poco. Un silencio sepulcral invade el campo de concentración, y para añadir aún más una nota tétrica, el sonido de los cuervos no cesa. En cada esquina se divisan varios, quizás atraídos por un olor que el paso de los años no ha logrado borrar. Porque cierto es, que muchos años han pasado desde el holocausto, pero el olor a quemado, a ceniza,a chamuscado estaba impregnado en el ambiente. No se trata de una sensación, pues todos pensamos lo mismo.
Si no te quieres derrumbar cuando estas ahí dentro, te aconsejo que no pienses en profundidad todo lo que ha sucedido allí, eso ya vendrá a tu mente cuando salgas del recinto y asimiles todo lo que has visto.