La gente se queja, y con mucha razón, de que el dinero ya no
dura lo que antes. Al iniciarse la era del euro, podías salir de casa con un
billete de veinte en el bolsillo y podías darte varios caprichos. Hoy el dinero
vuela y por cualquier chorrada te cobran una pasta. Si ya hablamos de la época
de las pesetas, o de la época de nuestros abuelos ya ni os cuento.
A esto hay que sumarle la crisis. La dichosa crisis, tema de
conversaciones al que siempre se recurre cuando no podemos comprarnos algo, o
cuando vemos el aumento de los precios, o cuando pensamos en el futuro laboral…
La frase “Todos los caminos llevan a Roma” parece que puede aplicarse e este
tema, pues todos los temas nos acaban conduciendo a ella. Achacamos incluso
nuestra infelicidad o nuestros líos mentales a la crisis. Incluso yo misma lo
hago, cuando noto esa atmósfera de negatividad y pesimismo que hay en el
ambiente.
Pero por mucho que el bolsillo esté resentido. En enero y
julio ocurren dos sucesos muy importantes y de los que voy a hablaros… Las
rebajas.
Ellas
LAS
REBAJAS
Ese fenómeno que provoca la histeria colectiva, con el que
la gente encauza sus ansias consumistas hacia los objetos más económicos, hagan
falta o no.
Para explicar esta locura hay que respirar profundamente y
tranquilizarse. ¿Listos?