El último día del año.
El supuesto fin.
El momento de echar la vista atrás.
De pensar.
De mirar hacia delante.
De desear.
De cambiar.
Como cada 31 de diciembre, las noticias, periódicos, webs,
redes sociales y demás nos invaden con las recopilaciones de todo aquello que
ha sucedido, lo que creen que vendrá, lo mejor y lo peor del año… También están
las felicitaciones globales de las fiestas, que sinceramente me parecen un poco
repetitivas ya, la gente debería innovar un poco respecto a eso. Y también están
aquellas noticias sobre las comilonas que nos vamos a pegar esta noche, la
resaca que tendremos al día siguiente, las 12 uvas… En fin, todas las
tradiciones se repiten año tras año.
Y tal día como hoy, la última tarde de cada año muchos de
nosotros reflexionamos, y vemos todas las cosas que nos han sucedido en este
año que nos deja. Porque siempre se suele decir que ha pasado muy deprisa, que
no nos ha dado tiempo a darnos cuenta de que ya se acaba y mil tópicos más. Pero
si te pones a pensar más profundamente han sucedido mules de cosas, muchas de
ellas que ni imaginabas, otras que ya las veías venir.