15 de febrero de 2012

Auschwitz

La semana pasada volví de Cracovia después de cuatro días en los que no faltaron todo tipo de anécdotas y risas. En el post anterior he colgado algunas fotos de la ciudad. Pero en esta ocasión os voy a relatar mi visita a Auschwitz

Tras una larga noche de fiesta al más puro estilo polaco-español, con la consecuente pérdida del autobús y el guía que nos llevaba hasta allí, nos buscamos la vida para conseguir llegar. Después de un par de horas metidas en una especie de bus-furgo que parecía sacado de la posguerra llegamos al famoso campo de concentración. Todo lo que os digan es poco…

Para meteros en situación he de deciros, que Auswichz se divide en dos partes, Auswichtz I(el  que Auschwitz todos conocemos), y por otro lado Auschwitz  II, conocido como Birkenau. Ambos complejos son museos, siendo de pago el segundo, en los que se puede entrar en la mayor parte de los barracones, y para ir de uno a otro hay que coger un autobús; y teniendo en cuenta como es el transporte polaco, sólo visité el primero, pero vamos, que ya tuve suficiente…


Desde que ves la entrada con el conocido mensaje  "Arbeit match frei", “El trabajo os hará libres”, ya se hace el corazón un puño. Decir que impone es poco. Un silencio sepulcral invade el campo de concentración, y para añadir aún más una nota tétrica, el sonido de los cuervos no cesa. En cada esquina se divisan varios, quizás atraídos por un olor que el paso de los años no ha logrado borrar. Porque cierto es, que muchos años han pasado desde el holocausto, pero el olor a quemado, a ceniza,a chamuscado estaba impregnado en el ambiente. No se trata de una sensación, pues todos pensamos lo mismo.
Si no te quieres derrumbar cuando estas ahí dentro, te aconsejo que no pienses en profundidad todo lo que ha sucedido allí, eso ya vendrá a tu mente cuando salgas del recinto y asimiles todo lo que has visto.


Los paseos, explorando el campo, me muestran que es como una pequeña ciudad, muchísimos barracones rodeados por alambre de espino y, varias casetas de vigía para asegurarse que ningún pobre preso escapaba.
Es muy duro ver todo aquello, y entrar a los diferentes barracones no deja indiferente a nadie.




Las fotos de niños, desnutridos, a punto de morir de hambre plasman las paredes de muchos de ellos; así como retratos de bebés a los que asesinaron…
Cuerpos de personas en los que se ven unos niveles de hambre que nunca pensé que alguien pudiese aguatar.
Números y brazos, como si de animales se tratase, tatuados, fotografías de todos ellos en las habitaciones.
El despacho del horrible Doctor Mengele donde llevaba a cabo miles de macabros experimentos con las pobres criaturitas… Así uno tras otro, entre los que divisamos una habitación de unos 80 metros cuadrados, con todos los nombres de los asesinados allí, escalofríos recorren nuestro cuerpo.



Y las cámaras de gas… que voy a decir de aquello, que me impactó es poco. Al principio nos metimos pensando que era un crematorio, puesto que había una chimenea de unos 20 metros de altura y un par de metros de ancho. Cuando entramos, observamos 3 habitaciones que no dejan indiferente a nadie, enormes, y unos hornos dentro, como si fuesen animales. Horrible. Cuesta creer que ese suelo por el que pisábamos fuese testigo de cientos de miles de muertes…
Al volver a España leí que ese crematorio hacía las veces también de cámara de gas. Con una capacidad para 500 personas, Hitler y sus secuaces metían a casi 3000. La muerte llegaba entre los dos y cuatro minutos…


Después de un par de horas recorriendo cada barracón, o “Block” como allí los llamaban, decidimos salir de allí. Pero lo que no sabíamos era que después volveríamos.



Viendo que el transporte polaco deja mucho que desear, el último bus de vuelta de Cracovia pasaba en una hora, y aunque Auschwitz estaba ya cerrado (a las 3 ya no pueden entrar más turistas), una amiga y yo; curiosas por ver si descubríamos algo más, saltamos la valla y nos colamos.
Las dos en Auschwitz, con todo cerrado.
Decir que sentimos miedo era poco, pero la curiosidad no podía.


Nuestros corazones latían a mil por hora mientras que recorríamos nuevas calles en las que anteriormente habíamos pasado de largo.
Entramos en el Block 13, y cual fue nuestra macabra sorpresa, al descubrir una vitrina de unos 30 metros de largo, 2 de ancho y otros 3 de fondo, llena de pelo.
Montañas y montañas de cabellos castaños y rubios, había hasta trenzas.

Toneladas y toneladas de pelo....

En ese momento te dan ganas de ponerte a llorar, de coger a toda esa gente a la que habían torturado y matado, y devolverles su cabellera, y abrazarlos, y llorar con ellos.

No sabía que eso me iba a llegar tanto, pero pensar las toneladas que había allí de pelo te deja la carne de gallina. De igual modo vimos los pijamas de rayas blancas y azules, zapatos, latas… en fin de todo.




En otro Block pudimos ver las “habitaciones” de los presos, que consistían en estanterías de ladrillo en las cuales dormían unas 7 personas por bloque. Espeluznante..
Los comederos y bebederos, como si de un establo se tratase… 
Y otra de las peores cosas que ví, los retratos de cada judío, con sus pijamitas, nombre, y lo peor de todo, la fecha de entrada y “salida” del campo de concentración…

Se me pone la carne de gallina sólo de escribirlo, es horrible pensarlo, y cuando ves las fechas de algunos de ellos, que llevaban allí encerrados más de año y medio… y ver que no pudieron sobrevivir… La impotencia que eso provoca es una sensación que no le recomiendo a nadie.
Con todas estas emociones a flor de piel, tuvimos que salir corriendo del campo de concentración, pues nuestra intención no era precisamente quedarnos allí a dormir… Por los pelos llegamos al autobús, gracias a Dios…

Aunque ya lo he dicho antes, lo que aconsejo a los que vayan a ir a visitar Auschwitz es que no piensen, sí, por muy irreal que parezca. Si te pones a pensar en todo lo que ha sucedido allí no puedes evitar el derrumbarte. Y os aseguro que estaréis unos cuantos días pensando en todo lo que habéis visto, asimilándolo, e incluso documentándoos más si cabe sobre todo ese infierno.

En ocasiones, divisaba los grupos de turistas que por allí iban caminando, oía como sus pies se arrastraban por la arena del campo de concentración.
Todos en manada.
Y no podía evitar cerrar los ojos, con el frío recorriendo mi cuerpo, e imaginar que era uno de ellos, un pobre judío asustado allí preso, con la única esperanza de salir con vida de allí. La sensación es horrible.

Y pensar que todo ocurrió, que no fue una película.
Da que pensar
Y dan ganas de mostrarlo al mundo, por duro que sea.

2 comentarios:

  1. Se me encharcan los ojos sólo con leer tu experiencia...y se me hace casi imposible imaginar la sensación de ese ambiente sucio, caliente, angosto que se debe de palpar allí...y mucho menos puedo llegar a imaginar el miedo de quienes tuvieron que vivirlo...
    Es impactante, lo despreciable que puede llegar a ser la humanidad y su historia...

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  2. Se me ponen los pelos de punta sólo con leerlo. Muy bueno rubia. Besis ;)

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