De luces va la cosa...
Hay días en los que uno se siente pletórico. De esos en los
que te quieres comer el mundo y ves que puedes lograr todo lo que te propongas.
La cuestión es proponérselo.
Bien , hoy es uno de ellos. A mí la verdad es que me influye
bastante la luz del sol. No sería capaz de vivir en una ciudad como Londres,
donde la luz es algo muy cotizado…
Eso de que cada ciudad tiene su propia luz es cierto.
Pero
en mi opinión como la luz española no hay ninguna. En Italia donde vivo ahora
por ejemplo, no es igual; será porque estoy en el norte pero he visto muchas
ciudades aquí y he de decir que ninguna tiene el reflejo del sol característico
que tenemos nosotros. Otro ejemplo, París, la “ciudad de la luz…” que queréis
que os diga, es una ciudad preciosa pero si tuviese la luz que tenemos en
España lo sería aún más, es como que le faltan “matices”
Porque como en España en ningún sitio. Me explico; en
Madrid, a las 6 de la tarde un día de primavera tiene una luz especial. Es difícil
de explicar…
Esa dosis de energía que te da un día soleado pocas cosas lo
pueden igualar. Asociamos el sol con la felicidad, con el buen rollo, con las
cañas con amigos, con los paseos, con aprovechar el día, con descubrir mundo.
Pero también tengo recuerdos de días malos, en los que te
dan una mala noticia y hay luz, mucha luz. Y es en esos momentos en los que te
quieres consolar y te refugias en esa luz. Piensas que en un día tan bueno, tan
bonito no se puede joder la cosa ¿No os pasa?. Pero eso es así, nuestro estado de ánimo varía completamente
en función de la luz.
Ya se nota que la primavera está aquí, nos encontramos más
activos, las caras de la gente cambian. El buen humor se ve en todas partes, y
en verano ya ni os cuento.
Es cíclico todo, en invierno nos proponemos aprovechar más
el tiempo en casa, hacer algo productivo con nuestras vidas; aunque luego no
llevemos a cabo nuestros proyectos. Nos consolamos con que la luz, esa luz de
la que os hablo llegará pronto.
Queremos estar listos y tenerlo todo preparado
para cuando esa luz nos visite de nuevo.
Y cuando llega, el tan preciado tesoro; nos sentimos así,
pletóricos
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