19 de noviembre de 2011

Frío

En mi habitación tengo, al lado de la ventana, una cadena hecha con cuentas y conchas, en tonos morados. Hoy ha comenzado a sonar con el viento, un viento frío; cuando he abierto la ventana, lo que me ha hecho recordar que el tiempo cambia.
Un filtro grisáceo cubre el cielo, tonos grises por todas partes, que contrastan con los cálidos tonos de las luces de las calles. Oscuridad.
El asfalto, con pequeñas manchas de agua, que brillan cuando reciben pequeñas miradas del sol. Edificios húmedos, fríos. Entre los rojizos ladrillos se observa la escarcha. El frío lo controla todo, ni rastro hay de mosquitos, hormigas o abejas, parece como si no existiesen. Todos resguardándose, buscando otro lugar. Cálido



Un parque. Amos con sus mascotas, abrigos largos de plumas brillantes, capas de lana. Gorros, telas gordas. Mejillas sonrosadas, y ojos llorosos. Viento frío, que se clava como espinas en la cara, en cualquier parte del cuerpo libre de la tela.
El invierno lo relaciono con la gordura. Las capas aumentan, las telas se hacen más gruesas. Botas de agua, calcetines y  pies fríos. Manos hinchadas, incluso insensibilizadas. Un frío que se te cala en los huesos. Nuestra propia “capa” también aumenta tras los excesos de las fiestas. Toca depurarse, desintoxicarse. Pero también toca disfrutar, divertirse.

Calidez, eso buscamos. Reuniones de amigos, la lumbre en las casas. Buena compañía y ganas de aprovechar la estación. La actitud de la gente cambia. Hay dos tipos de comportamiento, los que se estresan aún más debido a esta pérdida de luz, creyendo que el día se acaba mucho antes. Y los que adoran esto, los que pasean y observan. Les gusta observar como todo se enciende, parece que al iluminarse también encienden a las personas, les da ganas de actuar, de aprovechar todo. Porque todo tiene su encanto. Nos acostumbramos a la oscuridad y a depender de una luz artificial; una artificialidad que nos deleita, que no señala que todo poco a poco va pasando. Cíclico

Es hora de sentarse y pensar, tener un libro entre manos y disfrutarlo. Observar a través de la ventana como el tiempo furioso acecha a lo que no está a nuestro alcance. Sentirnos resguardados. Ver fotos, escuchar una canción. Dedicarnos a nosotros mismos, pensar. Echar de menos el calor, la arena en nuestra piel, las fiestas en la playa. Porque todo pasa. Es tiempo de ver lo que vendrá. 

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