22 de noviembre de 2011

La caja de lata

El otro día, ordenando los bolsos de mi armario encontré una caja de metal. Todos de pequeños (y no tan pequeños) hemos tenido siempre la típica caja de galletas, de pastas; metálica. La mayor parte de las veces suele ser redonda, de color azul; de esas que hay una casita que parece de cuento, muy cursi todo vaya. Yo también  particularmente las he tenido rosas, monísimas.

Los niños también las han tenido; aunque no son tan especialitos como nosotras, las suyas pueden ser de cartón, de esas que tienen una franja naranja donde venían sus Nike, un Tupper de plástico; todo sirve, aunque la cajita de lata tiene su encanto.

En ese pequeño cofre-caja hemos guardado lo típico de la edad. Yo recuerdo que la mía la tuve a los 11 años o 12. La tenía también, hay que reconocerlo; porque en multitud de películas la protagonista, el noventa por ciento de las veces la típica niña de una peli americana metía sus tesoros más preciados y la desenterraba del jardín de su casa 30 años más tarde; encontrando ahí una maravilla, de repente esos papelazos se habían convertido en algo de valor incalculable

Yo aunque no tengo jardín, ni soy americana, quería tener caja. Y la verdad es que el sitio donde la tengo guardada, en la parte de arriba de mi armario, en una esquina, podría permanecer intacta hasta que yo fuese abuela. Porque desde luego el sitio no puede estar más inaccesible.

Mi perrito Tyson a punto de descubrir los secretos de mi caja

Pues bien, la he abierto y no he podido reírme más.


Multitud de cartas, dobladas de una forma que todas sabíamos hacer en 6º de primaria, que para aprender teníamos que hacer un máster, de verdad, impresionante nuestra capacidad de doblaje. Ni en las tiendas chinas logran algo así.
Eso sí, todas las cartitas  muy amorosas, porque en esa época nos queríamos mucho todos. Los bolis de colores eran fundamentales, todavía hoy conservan el olor y la purpurina intactos, ¿qué calidad!
Las hojas, de cuadros del cuaderno, de las de clase. Porque eran en las clases y recreos cuando nos las escribíamos. Los tQ y los corazoncitos invaden todo. El tema de conversación, muy variado, si si; el guapo de la clase nos hacía caso. O  no se qué amiga era un poco mala a la hora de jugar en el recreo.
En fin de todo un poco, eso sin contar con las fotos de los actores que nos tenían locas. En mi caso, Orlando Bloom, Légolas en el Señor de los Anillos. Me tenía loca, esas orejitas de elfo y esa melena rubía de Barbie sacaban mi lado más salvaje, a esa tierna edad. Qué cosas.
También entradas de conciertos, una pulsera rota, una piedra no identificada de lo más hortera… Todo tenía cabida en esa pequeña caja donde guardaba los tesoros de la época. No sé si pensaría que se iba a revalorizar con el paso de los años. Pero desde luego unas risas me he echado.

Las cursicartas y demás objetos no identificados de la caja

Pero bueno, todo este rollo lo cuento porque, a esa edad. Ya teníamos todos nuestros pequeños proyectos, nuestros sueños. Y siempre gusta ver cómo han ido evolucionando éstos. Yo misma tengo multitud de libros que escribía cuando era pequeña, ahí afloraba ya mi vocación periodística. Super currados la verdad, ojalá nos empeñásemos tanto en algo como cuando teníamos esa edad

El caso es que, aunque ya seamos más mayorcitos os animo a meter algunas cosillas que os importen ahora en una caja, guardadla y abrirla en unos años. Puede que nos os riáis tanto como yo con la mía, la edad ya no acompaña. Pero veréis como la vida pasando y lo básico, sigue perdurando.

3 comentarios:

  1. Me encanta me encanta me encanta me encanta <3
    ( yo también tengo cajita, en realidad cajones directamente.... :))
    La película "Tú a Londres y yo a California" hizo mucho daño... jajaja

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  2. Tengo miles de cajitas en mi casa llenas de montones de cartas dobladas de esa manera imposible y escritas en todos los colores habidos y por haber... =)

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  3. genial!!tan cierto...el otro dia mismo me encontre una de las varias que tenia y estuve horas mirando lo que guardaba!!

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