13 de octubre de 2011

Oh..Milano Milano


La bella vita
Oh!, como me gusta esa frase. Me transmite frescura, alegría. Cada vez que pienso en ella se me viene a la cabeza la imagen de unos pies descalzos chapoteando en el agua de una charca. Los labios húmedos que se buscan, Un vaso de vodka con hielo. Brazos que se mueven, desesperados. Risas. Abrazos.

Me transmite positivimo, ganas de hacerlo todo.

Sin embargo, hay algo que los que no somos italianos no sabemos, se trata de una expresión que hace referencia a una vida llena de excesos, alcohol, drogas y fiestas. En realidad lo que deberíamos decir sería la vitta è bella. Pero viene a ser lo mismo. Me gusta la vida y punto.

Y hablando de vidas y aquello que queremos hacer, hay una ciudad que amo, en la que sé que viviré. Puede que sea el año que viene, o dentro de 20 años, espero que sea pronto más bien, por eso pediré el Erasmus allí. A ver si se cumple mi pequeño sueño Pero yo no me muero sin pasar una temporada viviendo allí.
Os hablo de Milán,  o Milano en italiano es una ciudad que me fascina. No es que sea especialmente bonita, pero me transmite algo. Algo que no se como definirlo, unas ganas de empezar allí una vida, de sacarme las castañas del fuego en ese lugar.




Apenas he estado 4 o 5 veces allí, pero cada vez que voy me reconforta su ambiente, su gente. Oh bella Italia! Cuanto te quiero debería decir. Y lo digo. Esa cultura, esa gente tan parecido a nosotros…
Y ese idioma, esa lengua tan musical, tan si-lá-bi-ca, tan especial.

El Duomo, la catedral gótica impresionante, más por fuera que por dentro. Subir a la azotea de allí y observar sus terminaciones, la piedra esculpida con el cincel, que contrasta con el cielo de la ciudad y sus bajos edificios. Se puede vislumbrar desde allí alguna que otra bandera Italiana. El olor que impregna todo es muy característico, pasta y pizza, y jazmines y flores secas. Pasear por alguna de sus calles, muy grises, con los edificios del color del polvo y las vías del desgastado tranvía. Cada vez que escudriño me dan ganas de frotarlos con un trapo hasta dejarlos lustrosos.

¿Y que me decís de sus tiendas? En Milán, ciudad de la moda, una de las capitales del mundo, se palpa otro ambiente. En cualquier calle de la ciudad encuentras tiendas con artículos únicos, en las que las señoras que las regentan no cumplen sólo su labor de cobradoras o dependientas. Sino que aman lo que hacen, viven de ello. Pasear por Via Montenapoleone y observar los escaparates de las boutiques más exclusivas, en una de las calles más caras por metro cuadrado del mundo, no tiene precio. Cuando entro en Calvin Klein me encanta observar su patio, con el estanque repleto de nenúfares. O la elegancia de la casa de la señora Donatella, con multitud de jazmines en la entrada de su mansion. Los modelos que custodian la entrada de Abercrombie, con su música y su jolgorio, que te trasladan a los clubes más chic del mundo.

La gente…allí puedes encontrar de modo, pero en cierto modo todos elegantes. Llevan un estilo que en España no se concibe. Las jovencitas, con sus pitillo y sus superga, y sus bolso d Louis Vuitton, en invierno, abrigos de  plumas brillantes que, si se los ves a una española pensarías que son unas horteras. Pero visto allí es distinto. Los chavales, con sus Ray- Ban y sus zapatillas Dolce&Gabbana. También puedes encontrar la elegancia de la típica mujer italiana. Aquella que enfunda sus piernas turgentes en su larga falda de tubo, labios carnosos, media melena morena y sus maxigafas ocultando unos grandes ojos castaños; que terminan de transmitir una serenidad que me impresiona. También está el oficinista con su traje de chaqueta y su fina corbata, con su casco de motorista colgado de un brazo y su i-Pad en la otra mano. Los ingenuos ragazzi con sus vaqueros desgastados y la cadena de la bici en la mano.

Naviglio, el “gran canal” de la ciudad. Dependiendo de por donde lo veas puedes observar la parte en la que se asemeja más a un basurero. O la parte en la que piensas, qué pena que no tengamos uno así aquí. Zona de bullicio, de luces, de alegría, de “fare l´aperitivo”. Porque eso es lo que se hace allí. Cada tarde, cuando se pone el sol, los italianos se reúnen, degustan un cóctel y se ponen las botas a comer al ritmo de la música, después ya vendrá la cena, en casa y en calma. Esta tradición me encanta. Sus baratos precios la hacen muy asequible, y es el momento idóneo de disfrutar de la compañía afterwork.

El mercadillo de antigüedades que rodea el canal cada sábado, un pequeño Portobello Road a la italiana. Los bohemios, curiosos e intelectuales se reúnen para comprar y vender sus antiguallas más preciadas. Si sabes buscar puedes encontrar una ganga.

Bohemia y cosmopolita, así es la ciudad de la que os hablo. Multitud de gente de razas diferentes. De estilos y forma de ver la vida diferente. Para hacer un poco más poética la ciudad encuentras el tranvía, con su encanto. Y las bicicletas. En la ciudad esta muy extendida la costumbre de desplazarse  a través de las dos ruedas, contribuyendo un poco más a darle ese toque bohemio del que os hablo.

Si vais por el centro, street stylers con sus Réflex a la caza de las últimas tendencias. Si os adentráis en alguno de sus parques, alguna pareja viviendo su primer amor y escribiendo la famosa 3 metri sopra il cielo en cualquier corteza de un árbol.

Y la noche… la noche italiana posee un encanto prodigioso.. Corso como y sus clubes más exclusivos, Hollywood, Just Cavalli, o el Eleven entre otros. Old Fashion y su gran terraza. Y la zona de Colonne, con su multitud de bares donde hacer el aperitivo como el Iguana, en el que puedes saborear un dulce y engañoso invisibile alla fragola-que como se dice entre la gente, si te tomas dos o tres no recuerdas niente- con la música latina más conocida de fondo. Una zona llena de vida y jóvenes de todas partes en busca de pasarlo bien con sus cervezas Beck´s en una mano y el Lambrusco en la otra.

El empedrado de las calles, los carteles de uscita, sus museos dedicados a la moda, la Rinascente, Abercrombie, su vida nocturna, su gente, su…todo.No sé, es otro rollo.

Y cuanto más escribo más me doy cuenta de que apenas conozco esa ciudad, y de las ganas que tengo de sentirla. De hacerla mía. Cosa que haré en el futuro.

No lo dudo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario